Los medios y la cultura de violencia
Campaña anti tabaco
La violencia en Guatemala ha sido una constante en el entramado social de sus casi 12 millones de habitantes. Se estima que un aproximado de 17 personas mueren al día como víctimas de la violencia. En un estudio elaborado en el 2005, se determinó que el 70% de estos homicidios fue cometido con armas de fuego y que circulan legalmente en el país 250,000 armas, además de las 1.5 millones que circulan de forma ilegal (PNUD, 2005, p. 24). Los diarios del país publicaron que 400 menores de edad murieron en manos de la violencia durante el 2010, pero además que miles de niños y niñas dejan de asistir a la escuela debido a la inseguridad y terror que las pandillas han logrado difundir en varias zonas de la capital. Esta ola de inseguridad generó que en el 2009 el gobierno invirtiera Q19 millones en el programa “Escuelas Seguras” que cubre a 22 establecimientos (23 mil estudiantes, 15 mil padres de familia y 861 docentes) ubicados en Villa Nueva, Mixco y centros educativos de las zonas 1, 18 y 21 de la capital. Pero el 29 de marzo de 2011 se publicaron en los diarios del país que un centro educativo de la zona 12 de Villa Nueva había cerrado temporalmente debido a las supuestas amenazas de pandilleros contra docentes. El incidente partió desde que uno de los profesores sancionó a un estudiante por no obedecer las normas de la escuela, no hacer tareas, etc. El joven se quejó con sus dos hermanos pandilleros quienes le propinaron una golpiza al maestro. A pesar de que se publicó que el caso había sido denunciado, Diéguez, del Programa de “Escuelas Seguras”, dijo no tener conocimiento de lo sucedido (Prensa Libre, “Nacional”: 12).
La palabra violencia provoca reacciones distintas en las personas; en su mayoría de vehemencia, en otras de desconfianza. El odio y la violencia han sido motivos de las más terribles destrucciones entre los hombres, y por consiguiente una fuente de estudio para los sociólogos, psicólogos, educadores, políticos, entre otros. En el diccionario de María Moliner (2007) violencia está definida como “la utilización de fuerza en cualquier operación”; pero también “ejecución forzosa, presión psicológica, coacción a la fuerza, sin consentimiento del otro, para obligarlo a hacer lo que se desea” (Imberti, 2001: 19). El adjetivo violento: “Se aplica a las acciones o actitudes que, aunque voluntarias, las realiza alguien contra su gusto o su inclinación natural”. También son sus sinónimos: “Avergonzar, cohibir” (Moliner, 2007). Ahora bien, una cultura de violencia sería la forma como algunos grupos de personas viven la violencia como la única opción en la resolución de conflictos y de necesidades. De acuerdo con Imberti (2001) la violencia puede ser: puntual y evidente (la de golpe, la violación, la tortura); hay otra más sutil, pero no por ello indolora (las palabras agresivas, el sarcasmo, la indiferencia). Están también las violencias producidas por la marginación y exclusión; las violencias que generan otras violencias como el genocidio, las guerras, las “limpiezas étnicas”, entre otras.
Guatemala ha vivido todos los tipos de violencia antes citados, lo que lo convierte en un país vulnerable por la impunidad, además de la indiferencia e inseguridad en que viven sus habitantes. Es una paradoja, como dice Sanford (2008: 74), que diez años después de la firma de los Acuerdos de Paz, la policía nacional “sea considerada hoy en día la fuente principal de violaciones de derechos humanos” en Guatemala (Ertuk, 2006:16). Un informe de Transparencia Internacional (TI) divulgado el 6 de diciembre de 2007 en Berlín, presentó a Guatemala como “el país más pesimista de América en cuanto a reducir la corrupción en los próximos tres años” (Reynoso, dic. 7 de 2007).
Bajo esta definición, ¿es posible que la percepción de mensajes violentos en una sociedad que vive y sobrevive en una cultura de violencia se desvirtúe de tal modo que los mensajes o imágenes pasen desapercibidos? Quizá para muchas personas, la imagen que promociona una marca de zapatos de mujer en cuya fotografía aparece el cadáver inerte de la modelo vestida a la última moda, pueda resultar inofensiva. Este es el caso de la campaña de mercadeo que una agencia publicitaria lanzó en Guatemala para MD. El slogan de la publicidad gráfica rezaba “Están de muerte”.
La palabra violencia provoca reacciones distintas en las personas; en su mayoría de vehemencia, en otras de desconfianza. El odio y la violencia han sido motivos de las más terribles destrucciones entre los hombres, y por consiguiente una fuente de estudio para los sociólogos, psicólogos, educadores, políticos, entre otros. En el diccionario de María Moliner (2007) violencia está definida como “la utilización de fuerza en cualquier operación”; pero también “ejecución forzosa, presión psicológica, coacción a la fuerza, sin consentimiento del otro, para obligarlo a hacer lo que se desea” (Imberti, 2001: 19). El adjetivo violento: “Se aplica a las acciones o actitudes que, aunque voluntarias, las realiza alguien contra su gusto o su inclinación natural”. También son sus sinónimos: “Avergonzar, cohibir” (Moliner, 2007). Ahora bien, una cultura de violencia sería la forma como algunos grupos de personas viven la violencia como la única opción en la resolución de conflictos y de necesidades. De acuerdo con Imberti (2001) la violencia puede ser: puntual y evidente (la de golpe, la violación, la tortura); hay otra más sutil, pero no por ello indolora (las palabras agresivas, el sarcasmo, la indiferencia). Están también las violencias producidas por la marginación y exclusión; las violencias que generan otras violencias como el genocidio, las guerras, las “limpiezas étnicas”, entre otras.
Guatemala ha vivido todos los tipos de violencia antes citados, lo que lo convierte en un país vulnerable por la impunidad, además de la indiferencia e inseguridad en que viven sus habitantes. Es una paradoja, como dice Sanford (2008: 74), que diez años después de la firma de los Acuerdos de Paz, la policía nacional “sea considerada hoy en día la fuente principal de violaciones de derechos humanos” en Guatemala (Ertuk, 2006:16). Un informe de Transparencia Internacional (TI) divulgado el 6 de diciembre de 2007 en Berlín, presentó a Guatemala como “el país más pesimista de América en cuanto a reducir la corrupción en los próximos tres años” (Reynoso, dic. 7 de 2007).
Bajo esta definición, ¿es posible que la percepción de mensajes violentos en una sociedad que vive y sobrevive en una cultura de violencia se desvirtúe de tal modo que los mensajes o imágenes pasen desapercibidos? Quizá para muchas personas, la imagen que promociona una marca de zapatos de mujer en cuya fotografía aparece el cadáver inerte de la modelo vestida a la última moda, pueda resultar inofensiva. Este es el caso de la campaña de mercadeo que una agencia publicitaria lanzó en Guatemala para MD. El slogan de la publicidad gráfica rezaba “Están de muerte”.
No obstante, a pesar de la defensa que muchos ciudadanos, columnistas y publicistas hicieron a favor de la “creatividad” utilizada, la presión de la oposición obligó a quitar cientos de anuncios que circulaban en un país azotado por los más altos índices de feminicidio[1] en el mundo. Aun cuando desde mayo de 2008 se estableció la ley que condena el abuso psicológico y físico contra la mujer, los casos de muerte violenta del género femenino han ido incrementándose durante los últimos siete años (Ver Gráfica No. 15), además las denuncias de violaciones sexuales también han aumentado: en 2006 se registraron 289 según la PNC, pero en el 2009 se dispararon a 401 (en PNUD, 2009/2010: 196). En abril de 2011, el diario nacional Prensa Libre publicó una nota periodística cuyo título anunciaba que “Diez mujeres sufren abuso sexual a diario”. La noticia describía que dicha cantidad de mujeres acudía a Aprofam después de haber sido victimizadas. Este número corresponde sólo a las víctimas que deciden buscar ayuda en Aprofam, seguramente el número aumenta significativamente si se consideraran otros centros de salud, y se incrementaría aún más si se toman en cuenta que las mujeres que denuncian este delito sólo es la minoría. Debido a ello, el procurador de Derechos Humanos de Guatemala presentó el 17 de septiembre de 2010, una denuncia contra el Estado por la falta de políticas públicas en materia de prevención, investigación y sanción del feminicidio ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Washington.
Imberti (2006) explica que la violencia se puede analizar desde diferentes ángulos, uno de ellos es “la anomia o crisis de valores” en donde hay una enorme ausencia de reglas claras o la sensación de que todo se vale. Este hecho ha llevado a que la mayoría de la sociedad rinda culto a lo trivial del exhibicionismo. El mayor problema de la crisis de valores es probablemente no saber dónde está lo permitido y dónde lo prohibido. “La violencia es vista como una puesta en escena de la confusión, un desmadre del río, la ausencia de reglas claras” (Imberti, 2006: 36). Los medios también se encargan de transformar a la mujer en víctima y sujeto pasivo a través de esquemas culturales que provienen de la tradición, moral y costumbres con el fin de neutralizar cualquier cambio que represente pérdida del poder patriarcal, como ya se ilustró en el caso de MD. En su ponencia “La visión de los medios sobre las mujeres en Guatemala” (Centro Cultura de España, 8 de septiembre de 2010), Adrián Zepeda apuntó que:
La imagen de las mujeres que presentan los medios de comunicación en Guatemala difiere de lo establecido en tratados internacionales firmados y ratificados por el Estado, como la Convención sobre todas las formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW), la Convención de Belemdo Pará [2] y la Plataforma para la Acción Mundial (PAM) [3] , donde se incluyó un capítulo específicosobre los medios. Las informaciones mediáticas usualmente carecen de elementos que promuevan la equidad de género, además de que son una expresión de discriminación que impide la vigencia de los derechos humanos, especialmente las garantías de la población femenina [el subrayado es propio].
La violencia también se trivializa, como se expondrá posteriormente, para utilizarla a favor de la promoción de artículos y servicios. En las siguientes gráficas se ilustra cómo la publicidad de una empresa de seguridad utilizó a niños e íconos infantiles para convertirlos en la antípoda de la inocencia. El mensaje es desconfiar hasta de lo improbable.
Imberti (2006) explica que la violencia se puede analizar desde diferentes ángulos, uno de ellos es “la anomia o crisis de valores” en donde hay una enorme ausencia de reglas claras o la sensación de que todo se vale. Este hecho ha llevado a que la mayoría de la sociedad rinda culto a lo trivial del exhibicionismo. El mayor problema de la crisis de valores es probablemente no saber dónde está lo permitido y dónde lo prohibido. “La violencia es vista como una puesta en escena de la confusión, un desmadre del río, la ausencia de reglas claras” (Imberti, 2006: 36). Los medios también se encargan de transformar a la mujer en víctima y sujeto pasivo a través de esquemas culturales que provienen de la tradición, moral y costumbres con el fin de neutralizar cualquier cambio que represente pérdida del poder patriarcal, como ya se ilustró en el caso de MD. En su ponencia “La visión de los medios sobre las mujeres en Guatemala” (Centro Cultura de España, 8 de septiembre de 2010), Adrián Zepeda apuntó que:
La imagen de las mujeres que presentan los medios de comunicación en Guatemala difiere de lo establecido en tratados internacionales firmados y ratificados por el Estado, como la Convención sobre todas las formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW), la Convención de Belemdo Pará [2] y la Plataforma para la Acción Mundial (PAM) [3] , donde se incluyó un capítulo específicosobre los medios. Las informaciones mediáticas usualmente carecen de elementos que promuevan la equidad de género, además de que son una expresión de discriminación que impide la vigencia de los derechos humanos, especialmente las garantías de la población femenina [el subrayado es propio].
La violencia también se trivializa, como se expondrá posteriormente, para utilizarla a favor de la promoción de artículos y servicios. En las siguientes gráficas se ilustra cómo la publicidad de una empresa de seguridad utilizó a niños e íconos infantiles para convertirlos en la antípoda de la inocencia. El mensaje es desconfiar hasta de lo improbable.
Debido a que la violencia es un tema de preocupación universal, autoridades gubernamentales, psicólogos, sociólogos, educadores y científicos alrededor del mundo buscan comprender las complejas razones que determinan la agresión en las personas. De una cosa sí están seguros: no hay un factor per se que sea el causante de la violencia en una un individuo. Desde los desórdenes neurológicos y hormonales (Berman, Gladue, & Taylor, 1993; Miles & Carey, 1997), las deficiencias en el funcionamiento cognitivo (Dodge & Frame, 1982), hasta la violencia intrafamiliar (Moretti, Obsuth, Odgers, & Reebye, 2006) han sido asociados como factores que podrían incidir en el comportamiento agresivo (en Strasburger, Wilson y Jordan, 2009: 146). Encuestas públicas hechas en EE.UU. indican que el 75% de adultos opina que la violencia en la TV contribuye al crimen y a la agresión en el mundo (Lacayo, 1995, Idem). ¿Pero son los medios masivos de comunicación parte del problema o es que son un mero reflejo de la violencia social que impera en el mundo?
En una investigación de Trust for the Americas y el Instituto Prensa y Sociedad (IpyS) titulado Los monopolios de la verdad: Descifrando la estructura y concentración de los medios en Centroamérica y República Dominicana (2009) se señala que el servicio de televisión en Guatemala se divide en dos: el nacional con 9 canales y con una facturación aproximada por inversión publicitaria en el 2004 de unos US$322 millones; y la segunda, la televisión de pago que, según datos de la consultora Zenith, en 2003 el 60% de los hogares urbanos contaba con conexiones a la televisión por cable. El estudio calculó que su volumen de facturación por inversión publicitaria fue de US$43 millones. La TV nacional tiene una alta influencia política con una presencia importante en la mayoría de los hogares, pero además los ingresos publicitarios generados son de los más altos de la región y representan la más alta inversión publicitaria per cápita.
En una investigación de Trust for the Americas y el Instituto Prensa y Sociedad (IpyS) titulado Los monopolios de la verdad: Descifrando la estructura y concentración de los medios en Centroamérica y República Dominicana (2009) se señala que el servicio de televisión en Guatemala se divide en dos: el nacional con 9 canales y con una facturación aproximada por inversión publicitaria en el 2004 de unos US$322 millones; y la segunda, la televisión de pago que, según datos de la consultora Zenith, en 2003 el 60% de los hogares urbanos contaba con conexiones a la televisión por cable. El estudio calculó que su volumen de facturación por inversión publicitaria fue de US$43 millones. La TV nacional tiene una alta influencia política con una presencia importante en la mayoría de los hogares, pero además los ingresos publicitarios generados son de los más altos de la región y representan la más alta inversión publicitaria per cápita.
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Dentro de este contexto, la mayoría de capitalinos tiene acceso a la televisión por cable que depende de los canales estadounidenses, mexicanos, suramericanos, españoles, italianos, fraceses, alemanes y chinos. Buena parte de su programación están subtitulados o doblados al español, además de que su servicio permanece las 24 horas disponible sin interrupción. De acuerdo con Lucas Cajas, estos hechos han incentivado un incremento en consumo televisivo por persona de seis horas diarias en promedio. Navas (1997) analiza la preferencia de los canales por cable entre la población joven y su preferencia por el preocupante impacto de los anuncios extranjeros “pues la televisión por cable reafirma la dependencia |
cultural e ideológica de otros países, cambiando los patrones de conducta de la juventud” (en Lucas Cajas, Idem: s.p.).
American Psychological Association calcula que un niño o adolescente promedio en los EE. UU. ve al año alrededor de 10,000 escenas de asesinatos, violaciones y asaltos agravados solo en la TV. Cuando el niño alcanza la mayoría de edad habrá visto 200,000 imágenes de esta índole. Estos números pueden ser mucho más altos si el menor es un asiduo televidente de cierto tipo de canales y/o de programación. Múltiples investigaciones han demostrado el alto contenido de violencia, tanto en programas de niños como de adultos. El National Television Violence Study (1998) demostró que más del 80% de los programas por cable contienen escenas de violencia en contraste con la programación pública que cuenta con el 20% (en Strasburger, Wilson y Jordan, 2009: 147-148). No obstante, los investigadores también aceptan que no toda la violencia que exponen los medios puede ser tratada de la misma forma. Las consecuencias que se derivan del contexto son muy importantes, como por ejemplo si el agresor es recompensado o castigado. Las conclusiones de el estudio citado llevaron a los siguientes hallazgos (Idem: 149):
Los contextos expuestos anteriormente sin duda aumentan el riesgo de que la violencia mediática tenga efectos dañinos en la audiencia. En este aspecto, el meta-análisis permite evaluar estadísticamente toda la evidencia colectiva por lo que cada estudio se convierte en un nuevo dato que combina otros para lograr obtener una investigación global. Entre varios, el de Bushman y Anderson (2001) comparó todos los efectos de la violencia mediática con otros tipos de efectos identificados en investigaciones científicas. La conclusión fue que existía una correlación directa mucho mayor entre la violencia expuesta en los medios y la agresión que la de otros efectos que aún hoy se ponen en tela de juicio, como la relación entre la ingesta de calcio y el incremento de la masa ósea, o la relación que existe entre la elaboración de tareas escolares y el logro deseado según los objetivos propuestos en un módulo o ciclo escolar (ver Gráfica No. 18). La correlación entre violencia en medios y agresión (0.31) es estadísticamente menor que la del consumo del tabaco y cáncer de pulmón (casi 4.1). Obviamente no todo fumador desarrollará cáncer de pulmón, pero el riesgo es real y significativo. Lo mismo sucede con los niños y adolescentes; no todos los menores de edad que vean muchas horas de programación violenta se convertirán en personas agresivas, no obstante algunos jóvenes corren más riesgo que otros.
American Psychological Association calcula que un niño o adolescente promedio en los EE. UU. ve al año alrededor de 10,000 escenas de asesinatos, violaciones y asaltos agravados solo en la TV. Cuando el niño alcanza la mayoría de edad habrá visto 200,000 imágenes de esta índole. Estos números pueden ser mucho más altos si el menor es un asiduo televidente de cierto tipo de canales y/o de programación. Múltiples investigaciones han demostrado el alto contenido de violencia, tanto en programas de niños como de adultos. El National Television Violence Study (1998) demostró que más del 80% de los programas por cable contienen escenas de violencia en contraste con la programación pública que cuenta con el 20% (en Strasburger, Wilson y Jordan, 2009: 147-148). No obstante, los investigadores también aceptan que no toda la violencia que exponen los medios puede ser tratada de la misma forma. Las consecuencias que se derivan del contexto son muy importantes, como por ejemplo si el agresor es recompensado o castigado. Las conclusiones de el estudio citado llevaron a los siguientes hallazgos (Idem: 149):
- La violencia en la TV generalmente se glorifica: más del 40% de las escenas violentas están protagonizadas por personajes “buenos” que pueden ser modelos de conducta para la audiencia. Además, el 71% de estas escenas no evidencian ningún tipo de arrepentimiento, reflexión o penalidad de ningún tipo.
- La violencia en la TV generalmente se sataniza: casi la mitad de las escenas de violencia en la televisión no muestra ningún tipo de daño físico o dolor en la víctima. Además, sólo el 20% de los programas violentos muestran las repercusiones negativas a largo plazo para la familia y amistades de la víctima.
- La violencia en la TV generalmente se trivializa: más de la mitad de las escenas de violencia documenta intensa formas de agresión que podrían resultar mortales si ocurrieran en la vida real. A pesar de ello, el 40% de las escenas violentas incluyen algún tipo de humor.
Los contextos expuestos anteriormente sin duda aumentan el riesgo de que la violencia mediática tenga efectos dañinos en la audiencia. En este aspecto, el meta-análisis permite evaluar estadísticamente toda la evidencia colectiva por lo que cada estudio se convierte en un nuevo dato que combina otros para lograr obtener una investigación global. Entre varios, el de Bushman y Anderson (2001) comparó todos los efectos de la violencia mediática con otros tipos de efectos identificados en investigaciones científicas. La conclusión fue que existía una correlación directa mucho mayor entre la violencia expuesta en los medios y la agresión que la de otros efectos que aún hoy se ponen en tela de juicio, como la relación entre la ingesta de calcio y el incremento de la masa ósea, o la relación que existe entre la elaboración de tareas escolares y el logro deseado según los objetivos propuestos en un módulo o ciclo escolar (ver Gráfica No. 18). La correlación entre violencia en medios y agresión (0.31) es estadísticamente menor que la del consumo del tabaco y cáncer de pulmón (casi 4.1). Obviamente no todo fumador desarrollará cáncer de pulmón, pero el riesgo es real y significativo. Lo mismo sucede con los niños y adolescentes; no todos los menores de edad que vean muchas horas de programación violenta se convertirán en personas agresivas, no obstante algunos jóvenes corren más riesgo que otros.
Lecturas adicionales en periódicos, revistas, entre otros.
- Un menor muere por violencia cada día. Noticia publicada en Prensa Libre del 14 de mayo de 2012 por Julio F. Lara.
- ¿Feliz mamá? Debemos cambiar una dramática realidad que aunque nos parezca ajena es de todos. Artículo de opinión de Alejandro Balsells Conde en Prensa Libre, mayo de 2012.
- Denuncias crecen 473%. El 91 por ciento de las víctimas son mujeres y el agresor es su cónyuge. Por Mynor Toc para Prensa Libre, 26 de abril de 2012.
[1] Feminicidio: es la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres (Iniciativa de Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, Art. 21). Para Sanford es un término político porque no solamente culpa a los perpetradores masculinos, sino también al estado y las estructuras judiciales que normalizan la misoginia. Es un fenómeno que refleja las estructuras de poder entre hombres y mujeres. Russell (2001: 177) agrega que el feminicidio no lo define sólo como el asesinato de mujeres sino “como el asesinato de mujeres por hombres, porque son mujeres” (en Sanford, 2008:62).
[2] Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención de Belem Do Para”, adoptada y abierta a firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General de la OEA el 9 de junio 1994, en Belem do Para, Brasil. Entra en vigor el 5 de marzo de 1995.
[3] Plataforma de Acción Mundial de Beijing, fue adoptada por unanimidad entre 189 delegaciones oficiales participantes en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en 1995.
[2] Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención de Belem Do Para”, adoptada y abierta a firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General de la OEA el 9 de junio 1994, en Belem do Para, Brasil. Entra en vigor el 5 de marzo de 1995.
[3] Plataforma de Acción Mundial de Beijing, fue adoptada por unanimidad entre 189 delegaciones oficiales participantes en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en 1995.